domingo, 16 de junio de 2013

martes, 21 de mayo de 2013

El docente y su autoevaluación en el ejercicio profesional


La tradición educativa general ha enfocado la evaluación sobre el discente. Éste ha sido el objeto preferente (y aún exclusivo) de atención durante siglos. En las últimas décadas este enfoque tradicional ha dado paso a la consideración del proceso de enseñanza-aprendizaje como un sistema global cuyos elementos constituyentes (docente, discente y contexto) influyen poderosamente entre sí, por lo que la mejora de cualquiera de ellos contribuye a la mejora del proceso general. Este nuevo enfoque ha permitido concebir al docente (y también al contexto o situación de aprendizaje) como objeto de evaluación.
Esta consideración de los docentes como objetos de evaluación se ha plasmado en numerosas ocasiones en procedimientos de hatero evaluación de aquellas llevadas a cabo por sus alumnos. Muchas de estas apreciaciones se han centrado en los resultados de la actuación de los profesores. En pocas ocasiones se ha intentado un proceso de evaluación procesal de la acción docente, que permita la mejora de ésta a lo largo del proceso de enseñanza-aprendizaje.

Dado que la acción didáctica es un ejercicio profesional, la evaluación de su desarrollo (no la de sus productos) debe realizarse con criterios técnicos. Un buen procedimiento para la mejora (evaluación formativa) de la acción docente es la auto evaluación sistemática. Primero porque es el profesor el primer interesado en la mejora de su trabajo, después porque es el que mejor conoce las particularidades de su actuación en el proceso de enseñanza-aprendizaje en el que participa.

Como contribución a esta idea incluimos una escala de auto evaluación de la actividad docente, centrada en los procedimientos más idóneos para realizar las tutorías colectivas. La escala trata de ayudar a apreciar (en términos de frecuencias en las conductas descritas) el grado de realización de determinadas rutinas profesionales necesarias para llevar a cabo adecuadamente las tutoras colectivas.
Las mencionadas rutinas se refieren a la planificación de la unidad didáctica, las actividades de inicio de la sesión de tutoría colectiva, la presentación de los contenidos, la comprobación de la comprensión de los contenidos, las actuaciones que permitan la mejora del auto concepto entre los alumnos y las actividades de evaluación.



La formación permanente del docente.

El empleo del término formación lleva implícito su consideración englobando tanto la formación de base o inicial como la llevada a cabo a lo largo de la actividad profesional, lo que los autores identifican como formación permanente.


No obstante, hemos de reconocer que estos dos momentos van íntimamente unidos y más aún en el caso que nos ocupa de la formación del profesorado.
Así pues, desde este enfoque de globalidad, entendemos que la formación del profesorado debe venir caracterizada por las siguientes notas:
- Contemplar la diversidad de intereses y necesidades.
- Ha de ser flexible.
- Diversificada, para atender a diferentes colectivos.
- Vinculada a la práctica.
- Adaptada a los constantes cambios.
- Equilibrada entre los contenidos y el componente didáctico.
- Multiplicidad de ofertas.
- Pluralidad de estrategias.
La importancia de la formación del profesor se refleja en la propia
LOGSE que en su Art. 56.2 señala "La formación permanente constituye un derecho y una obligación de todo el profesorado y una responsabilidad de las administraciones Educativas y de los propios centros. Periódicamente, el profesorado deberá realizar actividades de actualización científica, didáctica y profesional en los centros docentes, en instituciones formativas específicas, en las universidades y, en el caso del profesor de formación profesional, también en las empresas".
En este sentido, la formación permanente del profesor puede considerarse como un subsistema específico, dirigido al perfeccionamiento profesional en su tarea docente, con el fin de que sea capaz de asumir los cambios científicos y sociales. Para Imbernón (1994:13) supondrá "la actualización científica, psicopedagógica y cultural complementaria y, a la vez, de profundización de la formación inicial, con la finalidad de perfeccionar su actividad profesional".

El docente y su desarrollo profesional y personal


El estudio del desarrollo profesional y personal de los docentes (en adelante, DPPD) hace referencia a un ámbito muy relacionado con su conocimiento y su comunicación educativas que, aunque pueda ser no bien percibido por los estudiantes en su fase de formación inicial, incluye aspectos que ocuparán un primer plano en su esfera de intereses durante todo su ejercicio profesional. Desde la perspectiva de la evaluación del profesorado, D.L. Duke, y R.J. Stiggins (1997, p. 166) distinguen dos grandes ámbitos de intenciones y actuación docentes estrechamente relacionados: la competencia didáctica y el desarrollo profesional.
“El maestro “no piensa sólo con la cabeza”, sino “con la vida”, con lo que ha sido, con lo que ha vivido, con lo que ha acumulado en términos de experiencia vital, en términos de bagaje de certezas. En suma, piensa a partir de su historia vital, no sólo intelectual, en el sentido riguroso del término, sino también emocional afectiva, personal e interpersonal”.